viernes, 2 de diciembre de 2011

TODO OCURRE POR UNA RAZÓN BUENA

Por M. Campos.

Todo ocurre por una razón buena. Y cuando digo todo, me refiero a todo. Esta es una afirmación muy difícil de aceptar por la mayoría de las personas. Representa un gran reto ser capaz de comprender que una enfermedad, un fallecimiento, un accidente, o cualquier otro de esos acontecimientos que consideramos espantosos sucedan por una buena razón. Y digo buena razón, como puedo decir razón buena, porque en este caso no varía en exceso el significado en función de la ubicación del adjetivo. Incluso podría decir que todo ocurre por una buena razón buena. Una buena razón porque tiene la potencialidad de inducir una transformación maravillosa, y una razón buena, porque proviene de la bondad del Creador, Dios, Fuente... o cualquier otro nombre que quieras emplear para designarlo. Quizás ninguna palabra puede satisfacer nuestro deseo de representar a esta entidad, pero, en cualquier caso, en nuestro interior, ambos sabemos de quién se trata.


Esta razón de la que te hablo no siempre es fácil de reconocer, a menudo nos ocurren pequeñas desgracias o grandes tragedias que nos inundan de un dolor tan agudo y persistente que nos nubla la visión. Sólo con el tiempo, y sólo a veces, somos capaces secarnos los ojos, de descorrer el velo y recoger las profundas enseñanzas que todo impacto nos viene a regalar.

No importa lo grande que sea tu desgracia, no importa el nivel de dolor con el que cargas, todo ello te está transformando hacia un estado mejor de tu propio ser. Y no voy a pedirte que lo veas ahora, si ahora sufres, pero te sugiero que empieces a pensar en ello, que no te dejes engullir por el dolor. 



Recuerda que el dolor no va a rebobinar el tiempo, no te a a devolver aquello que perdiste, no te va a rescatar de nada. ¿Sabes qué es el dolor? Es tu resistencia a aceptar cualquier cosa, tu disonancia con el río de la vida. No puedes remar contracorriente, y mientras lo hagas, el agua seguirá batiendo contra tu pecho y tratando de arrastrarte hacia aquel lugar al que tú en el fondo sabes que debes ir. 

El río no se va a dar la vuelta y comenzar a fluir hacia las cumbres, eres tú quién debe fluir con él hacia el mar. Trata de ver a dónde te lleva el río, por qué apareció en tu vida una cascada inesperada, trata de comprender hacia dónde vas, cuál es tu camino. 



Aprende de aquello tan horrible que te ha sucedido, porque tan grande como el dolor es el aprendizaje, la evolución que puedes obtener.

Extrae lo bueno de lo malo, hasta que seas capaz de ver que lo malo no existe, y que todo lo que ocurre es simplemente lo mejor que podía ocurrir para que tú y todos los seres nos acerquemos a nuestro ser y al propósito de nuestra existencia.
Recuerda que no estás solo, que el ser no tiene fin, que todos navegamos en este río que desemboca en el mar del reencuentro, de la Paz inmensa, del Amor Infinito, del Todo absoluto, donde nada falta. ¿De verdad quieres seguir nadando contracorriente?

No hay comentarios:

Publicar un comentario