Por M. Campos.
Seguro que en tu vida tienes una mariposa, o varias, todos tenemos alguna. ¿Todavía no te has dado cuenta? ¿No la has visto volar a tu alrededor? ¿No has sentido sus caricias en la mejilla, o la sutil brisa de sus alas envolverte por completo? Entonces sólo será que no te has fijado bien, o estabas demasiado ocupado con tu tristeza o tu llanto.
Cuando una persona abandona su cuerpo, se convierte en una bella mariposa, una mariposa de luz, de luz tan especial como la que nunca hemos visto, por eso no la reconocemos, y a nuestros ojos se vuelve invisible. No sientas, por ello, su ausencia. No ves el aire, pero siempre te rodea, no ves tu corazón, pero no deja de vibrar dentro de ti. Limpia tus ojos y deja de buscar a tu mariposa entre los árboles, entre las casas, en cada cuarto, y empieza a encontrarte con ella. No la busques, no es necesario, ella ya te ha encontrado, y espera con paciencia tu despertar, volando siempre a tu lado, cuidando con amor de ti.
No busques en el mundo que conoces, deja de encerrarte en el dolor y abre la ventana de tu ser a tu dulce mariposa. Permítele entrar y acariciarte, enseñarte que nunca estás solo y que sólo existen motivos para sonreír. Deja que te muestre que bello es su mundo, qué feliz es ahora, su vuelo libre en la felicidad, permítele que te invite a participar de su paz, que te enseñe a abrir tus alas, y lo cerca que puedes vivir de su ser luminoso. Vivir, vivir, porque con su partida no llegó el fin, sino el comienzo de la verdadera vida.
Abre la ventana a tu mariposa, deja que te visite, deja que vuele, no la mantengas atada a tu dolor, no te preocupes ni hagas que se preocupe por ti, todo está bien, ella te lo dirá. Las mariposas necesitan volar, deja volar a tu mariposa, y si tú quieres volar con ella, entonces descárgate, libérate del peso inútil que soporta tu alma y comenzarás a flotar, y a sentir la vida de nuevo, y a ver, como te digo, que nada ha terminado. ¡Feliz reencuentro!
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