Seguramente todos tenemos a alguien a quien echar de menos en Navidad. Alguien que vive lejos, alguien que no puede estar a nuestro lado por diversas circunstancias, y, por supuesto, aquellas personas que celebrarán estas fiestas con nosotros quizá sin que nos demos cuenta, aquellos seres queridos que ya han abandonado su cuerpo físico.
Si tenemos la gran suerte de no tener a nadie a quien echar de menos, no nos libraremos tampoco de la nostalgia, echaremos de menos viejos recuerdos, la Navidad de nuestra infancia, antiguas reuniones familiares que ya no se repiten…
¿Qué hacer cuando llega esta temporada festiva y nos crece en el corazón este sentimiento de añoranza?
Lo primero será dejar por un momento al lado las cosas que nos faltan y aprender a valorar aquellas que todavía nos quedan. Las personas que nos rodean, las situaciones que podemos disfrutar en su compañía, y, en definitiva, cualquier aspecto positivo con el que contemos en nuestra vida.
El segundo paso será dejar a un lado esas cosas buenas que ya sabemos que tenemos y concentrarnos en la añoranza, para reconciliarnos con ella. El modo de hacer esto es aprender a extrañar sin que duela. No fijarnos tanto en el hecho de que esa persona ya no está, de que ya no se repetirá la gran cena de nuestras vidas… y fijarnos mejor en los preciosos momentos que compartimos, y todo aquello que puede sacarnos una sonrisa. Aunque tal vez ahora no lo creas, se puede recordar aquello que más extrañas con una gran sonrisa.
El tercer y último paso será disfrutar de estas fiestas con lo mejor que tenemos ahora mismo y con el maravilloso recuerdo de lo que vivimos, creando este año recuerdos no menos bonitos que recordar en el futuro.
¿Qué te parece la idea?
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