Todos sabemos que los niños necesitan mucho amor, son seres muy vulnerables, dependientes y con una gran necesidad de cariño y cuidados. Pero quizás no sabemos hasta que extremos llegan los requerimientos afectivos de un pequeño.
La mente de un niño, sobre todo cuanto menor en edad, gira en torno a la necesidad de amor, necesita tanto de este amor que todos los estímulos que recibe del entorno los interpreta de dos formas solamente:
2. No me quieren.
No olvides esta imagen del niño deshojando la margarita, porque eso es precisamente lo que ocurre en su interior. Si es abrazado por su mamá, siente que es amado, si llora y no es atendido, siente que no recibe amor. Y a esto se resumen todos sus razonamientos, y no valen explicaciones, su mente sólo es capaz de navegar entre esta dualidad de un extremo al otro. Para él no existen matices, sólo amor o no amor. No es capaz de entender que no le han atendido porque no era posible, que le han castigado por su bien o que mamá no está porque trabaja, todo eso no puede comprenderlo. No le han atendido porque no le quieren, le han castigado porque no le quieren o no le aceptan como es, mamá no está porque no le quiere. Esta es la simplificación que realiza la mente infantil en su etapa más vulnerable.
Este conocimiento del mundo interior del niño nos puede ser de mucha utilidad a la hora de criar y educar a los niños.
Tal vez has escuchado en numerosas ocasiones que no se debe hacer caso al niño cuando llora, porque se volverá un caprichoso. Esto no es verdad. Si un bebé llora lo hace porque necesita algo, el llanto es su primera forma de comunicación con el mundo. Ignorar al pequeño cuando llora es ignorar sus demandas básicas, que deben ser satisfechas para que pueda desarrollarse como un ser humano pleno. Negarle la atención, el cuidado, el amor, es estar obstruyendo el desarrollo de su ser en ámbitos más sutiles o menos, pero no por ello menos importantes.
Si un niño que llora no es atendido o escuchado, él mismo comenzará a ignorar su propio ser, creyendo que sus sentimientos no son importantes. Porque no debemos olvidar que para un niño, sus padres, o las personas que ejerzan esta función, son seres perfectos, modelos a imitar. Si ellos no atienden sus demandas, entonces con el tiempo, él también aprenderá que olvidarse de sí mismo es lo mejor que puede hacer.
Al mismo tiempo, el niño que no recibe cariño, tampoco aprenderá a ser cariñoso, ¿de dónde podría copiarlo?
La falta de amor posee una gran repercusión sobre la autoestima, el autoconcepto, la confianza, y otros muchos aspectos que afectarán a la vida de la persona y a sus relaciones. Esto es conocido por la psicología, en la que encontramos numerosos estudios sobre familias desestructuradas, con falta de amor, y vemos las penosas condiciones de vida que llegan a crear para sí mismas las personas criadas en ambientes de ese tipo. Sin embargo, muchos psicólogos que nos advierten de eso se reafirman en el error de dejar que los niños lloren sin prestarles atención.
Yo te propongo que reflexiones sobre esto que expongo, que te preguntes cuáles pueden ser los motivos del llanto de un niño, y te respondas honestamente si crees que en algún momento puede llorar sin motivo alguno. En función de eso, entonces, actúa con los niños que tengas cerca, teniendo en cuenta que tus actos no caen en saco roto, y que lo que el niño recibe está modelando su carácter y su forma de enfrentarse al mundo.
Y recuerda algo, la mejor educación, no es la que crea niños obedientes, miedosos, con baja autoestima, dependientes. La verdadera educación fomenta niños sanos, niños felices, con buena autoestima, capaces de recibir y dar amor, respetuosos con los demás y consigo mismos, capaces de escucharse y escuchar, capaces de SER. Y esto no se consigue con castigos, con riñas, con ignorancia, con represión, con imposición. Esto sólo se consigue con AMOR.